¡¡¡Este es el fin de la inocencia!!!
Dice una canción, que precisamente canta sobre la vida, el amor y la realidad.
17 días he escrito en mi diario y con este, llego a los 18, toda una mayoría de días que se convierten en experiencias, aprendizaje y sobre todo sentimiento.
Era un domingo por la tarde, tenía la edad de 8 años antes de ser mayor de edad, me encontraba solo, en calcetines arriba de un tapete, listo para entrar a una “trampa”, una trampa donde el suelo eran pelotas de plástico y las paredes eran de una malla que se escalaba, la idea era entrar, moverme como pudiera, llegar a una pared de cuadros, y escalar, tal como si fuera una jaula y quisiera escapar de ella.
Para mi suerte, suerte de un perdedor, al llegar a la pared, alcancé tres cuartas partes de altura del suelo de pelotas al techo, y al estar en esa altura de la nada, esa nada que me sigue y me sigue hasta la fecha, la pared colapsa, con todo y mi persona, caí sumergiéndome en pelotas de plástico y enredado en una red que era esa pared.
A los segundos que caí, empecé a reírme, a carcajadas, los demás niños que estaban en la fila también fueron mi coro de risa. Y pasaron yo creo que no más de dos minutos, cuando me sentí atrapado, y me entró una desesperación como si fuera un cachorro de león, atrapado y que toda mi manada se fuera lejos de mí, dejándome solo a mí y mi suerte, empecé a desesperarme tanto, que me quede ciego de coraje, y movedizo como un pez fuera del agua, de una lluvia de risas, se convirtió aquella “trampa” en una escena de vida y sobrevivir.
El encargado del área de juegos estaba a un lado de la jaula, parado, paciente, viéndome como me cansaba de tanto movimiento, me imagino que pasaron unos minutos, no sé cuántos, para mi eran minutos tipo hora. Y de la nada me tomó de mi antebrazo, sujetándome con poca fuerza, y me dice:
Respira, una, otra vez.
Relájate.
Al hacerle caso, aquel cachorro león, enojado y desesperado, se volvió humano, ser de paz y de luz, en cuestión de pocos segundos mi visión volvió y yo mismo mire que la esquina de la red, estaba entre mis dos piernas, y que mis pies no estaban dentro de la red, me di cuenta que aquella “trampa”, aquella “jaula”, era solo un obstáculo que se rompió y yo me rompí con él, aún recuerdo que al tener la esquina de la red en mi mano derecha, la vi, y me dio vergüenza, ¿porque?, porque me perdí, por una fracción de segundos, por un momento no contemplado, me perdí, por una acción de miles de acciones me perdí, por no tener el control yo, me perdí.
De la nada el silencio se adueñó del lugar, me Salí de la jaula, sano y salvo, recuerdo muy bien, que me fui derecho a la banca, a ponerme mis zapatos e irme a buscar a mi familia. Recuerdo cómo mi mente pensaba: ¿que hice?, esto no era yo. Y si a mis diez años, por primera vez supe lo que era estar en una jaula, pero en la jaula más ilógica, lógica, irreal, dolorosa e inhumana, la jaula mental.
Al llegar con mi familia, recuerdo bien que me senté a comer con mis hermanos y papas, comimos pizza y pasta, y al estar ahí, me miré yo mismo como fui y como me fui. Me quede con ellos y siempre se me quedó grabado, que esa jaula mental, de la cual me hizo ser quien no soy, nunca existió, yo la hice, y aprendí algo, que confieso que con los años se me fue de mi archivo de madurez y aprendizaje, la importancia de mi seguridad, mi verdadero YO.
Cuántas veces, en esta vida en la que Dios nos dio, para amar, ser amados, ser felices, ser bondadosos y sobre todo hacerlo con esa libertad, hemos permitido que la jaula mental nos tome y nos encarcele a ella, esa jaula de la cual, te sientes que no eres, pero a la vez eres tú mismo quien enjaulaste a tu propio ser.
Un día escuche de alguien decir:
¡Prefiero vivir entre la mierda, que estar en tu jaula!
Llevo no sé cuántas noches preguntándole a la oscuridad, ¿mi vida será una jaula?
Y hoy en este día dieciocho solo se, que mi vida, mi vida de perdedor, donde la nada me sigue, yo soy una vela en la oscuridad, en aquel túnel donde dos almas se pueden encontrar y se fusionan para un amor real, soy aquel romero que aun seco renace, y soy aquel protagonista de mi película, la cual será una serie, la serie de un perdedor, donde vivió para encontrar su paz y su felicidad.
La jaula siempre existirá, mientras nuestra seguridad esté en nuestros oídos y no en nuestro ser.
La jaula siempre existirá, mientras sigamos ciegos.
La jaula, es y será siempre una trampa, donde para salir de ella, puede ser algo tan sencillo de ser y hacer lo que somos, o también puede ser una tumba profunda donde el estar en ella ya no sea una trampa, si no una realidad que solo el tiempo castigara, ya que la jaula es nuestra propia inseguridad.