Los días pasan, las noches son largas y el amanecer se tarda en llegar.
Así me siento cuando la nada me invade.
En un viernes, el sol salía, peleando entre las nubes y la neblina, y pensaba en mí; pero que son estas nubes y neblina si el sol es el sol, y esto me puso a pensar de cómo hay neblina en la vida, y aunque nublado y triste la vida sigue y toma curso.
Es como si fuera la esencia, aquello que es de donde nacemos y somos, y que tomamos a la ligera su existencia.
Un día una profesionista me decía:
¿Sabes cuál es tu esencia?
Pensé por unos minutos y dije: No, no sé.
¡Pues búscala!,
Y ¿Cómo le hago?
Y me dice; acuéstate, cierra los ojos, quítate las piernas y los brazos, hazte ciego y sordo, y pregúntate;
Así como estoy, ¿para que soy bueno?
Cuando la respuesta haya terminado, esa es tu ¡esencia!
Y de ahí salen tus principios.
Al terminar la plática con la profesionista, me espere un día más para hacer la búsqueda.
Y esto fue lo que pasó:
Me acosté, con temor y al mismo tiempo vergüenza, pensaba que quizá no podía llegar a sentir nada, y en ese pensar en esa fracción de segundos me dije:
¡O sea que la respuesta de la esencia es lo que siento!
Y la vergüenza se fue. Lentamente en mi mente empecé a quitarme un brazo, luego el otro, mis dos piernas, me quité los ojos y los oídos, y lo único que estaba en mi pensamiento era una neblina roja.
De ahí se acercó el número uno y me dije:
Soy un hombre creativo
Soy un hombre con una imaginación
Soy un hombre que tiene amor
Soy un hombre que siento y pienso
Soy un hombre con principios, y en este momento la cortina se cayó, volví a mi estado normal.
Al abrir los ojos y empezar a escuchar, me pregunté; ¿Qué pasó?
¡Mis principios!
Aquellos que hasta estudie en clases de ética y te hablaban de ellos, pero nunca ponía atención, porque decía; es una fábula, como la fábula del tigre y el hombre, algo que aprendes, pero no es real. O que te hablaban en las clases de catecismo, donde igual me los memorizaba, pero en palabras no en definición.
Y al revisar esto, sentí como mi mente, mi corazón y mi alma se sentaron en un salón de clase y querían que Yo, el maestro de mi ser les explique cuáles son mis principios.
Y empecé hacerlo.
Al hacerlo, mire como mi vida la hojeaba, como si toda ella estuviera en una carpeta de recuerdos, de niño, de adolescente, joven, adulto.
Y al final, había una página a medias y otras blancas; y me dije; ¡me perdí!, eso me paso; me desvié de mi esencia y se nublaron mis principios.
Y en esa última página, un principio que mire en todas las demás páginas también; era el principio de aceptar y perdonar, algo tan elemental que damos por hecho que el ego se encarga de esto. Inmediatamente salió el principio de amar, aquel que nace del vientre y vuela con el alma a la hora de partir.
“Recordé de inmediato una ocasión donde tenía 9 años, decía en clase; algo que yo amo es mi vida, porque juego, me rio y me divierto, fue una clase donde tenías que decir que era lo que amabas, como pregunta rápida”
Al seguir en clase con mi ser, mi mente dice; es hora de pedir perdón, el corazón contesta; también es hora de aceptar y el alma dice; lucha por amar que con ello me voy yo.
Al terminar ya el domingo estaba a mitad del día, yo hambriento y cansado, me alisté para ver el sol, y entendí que el sol siempre será el sol, aunque lo cubran las nubes y la neblina, ellas se cansan pero el sol siempre será el sol.
Y así sigue mi domingo, un domingo no cualquiera, porque en esta ocasión, mis pies ya estaban sintiendo la tierra y mi olfato ya podía oler el pino y el romero.